El arte de pensar

¿Qué es la mente?, es una pregunta corta y directa que necesita una respuesta un poco más extensa para comprender y desmadejar todas sus supuestas complejidades.

Para las ciencias cognitivas de nuestra moderna psicología la mente es el conjunto de capacidades cognitivas que engloban procesos como la percepción, el pensamiento, la conciencia, la memoria, imaginación, etc., algunas de las cuales son características del ser humano y otras son compartidas con otras formas de vida.

A lo largo de la historia este concepto de mente ha sido concebido en diferentes categorías, como una sustancia distinta del cuerpo, una parte, un proceso o una propiedad. Las concepciones dominantes actuales se engloban en la teoría de la identidad mente-cerebro y el funcionalismo.

En la psicología más oficial es común distinguir entre mente y cerebro, aunque se basa en que la mente emerge del cerebro. Para algunos científicos y filósofos está más vinculada a la disciplina llamada filosofía de la mente. Han sostenido que el cerebro es condición necesaria, pero no suficiente, para que la mente realice sus funciones.

No es lo mismo referirse a la mente como el comportamiento de la materia, o referirse a la mente como algo paralelo y distinto a la materia, pero con existencia propia. Desde las neurociencias la mente puede considerarse una experiencia subjetiva creada por la actividad cerebral con el fin de producir un punto de referencia para el movimiento. Consideran a la mente una función más del cerebro encargada de organizar la conducta hacia objetivos determinados y que produce una experiencia subjetiva conocida como “yo” alrededor de la cual se organiza el movimiento y la conducta.

Existe un amplio abanico de teorías sobre lo que es la mente y todas tropiezan en el mismo escollo al aplicar el pensamiento lógico y lineal para entenderla.

El primer paso para tratar de acercarse al concepto de mente pasa por comprender su lugar en la constitución humana. Somos el conjunto de los cuerpos físico, emocional y mental, coordinados y articulados por la personalidad, que a su vez depende del alma de la que recibe el principio de vida y de conciencia. Hasta que la psicología no acepte la presencia del alma, o como quiera denominarlo, no podrá avanzar en la comprensión de la mente, ni en la comprensión de las sorprendentes capacidades psicológicas del ser humano que van mucho más allá de las conductas observables de la personalidad.

Actualmente tenemos un amplio conocimiento del cuerpo físico en su parte densa y un conocimiento más limitado del cuerpo físico en su parte energética: el cuerpo etérico. Sobre el cuerpo emocional tenemos también un amplio conocimiento, pero existe una gran confusión al relacionarlo con el cuerpo mental. Se confunde el pensamiento con el deseo y la emoción. A la reacción entre pensamiento y sensación la denominamos emoción. La sensación puede estar (y frecuentemente lo está) presente donde no hay absolutamente pensamiento alguno. Pero cuando el pensamiento entra en juego, entonces el resultado de la interacción entre pensamiento y la sensación produce emoción.

La mente está hecha para pensar y es independiente de la emoción. Pensar es la capacidad de crear con el pensamiento. Sobre la base de una chispa mental se articula una idea que puede expresarse en un pensamiento traducible a palabras, o a otros medios de expresión como la música, la pintura o cualquier otro tipo de arte. Las ideas inspiran toda forma de creación.

La función de la mente es pensar, y funciona continuamente, pero no por ello lo debe hacerlo sin control o de forma inconsciente. Se la suele denominar sexto sentido porque interpreta y sintetiza los otros cinco sentidos.

 

Diferenciar entre cerebro y mente es el primer paso a clarificar porque se tiende a confundir y entremezclar el concepto de cerebro con el de mente. El cerebro pertenece al cuerpo físico y la mente al cuerpo mental.

El cerebro es el vehículo en el plano físico para el pensamiento y la experiencia. La mente es aquello que tiene la experiencia. La mente experimenta mientras que el cerebro es un tipo de coordinador de información

El cerebro existe porque existe la mente, la cual necesita un cerebro como su punto focal en el plano físico.

La mente conoce mucho más de lo que el cerebro es capaz de registrar. Además no más de un 5% de la actividad cerebral es consciente. De esa parte supuestamente consciente, la investigación psicológica estima que de los cerca de 60.000 pensamientos diarios que producimos al día, el 80% son repetitivos y se convierten en creencias o pautas mentales al ser captados y asimilados por la mente subconsciente.

El cerebro es el órgano más complejo del cuerpo humano. Tiene unos treinta billones de células llamadas «neuronas», y cada neurona es como una computadora en miniatura, aunque mucho más perfecta que cualquiera de las que conocemos en la actualidad. La capacidad de cómputo del cerebro, tomando la sinapsis como un código binario de información, sería del orden de los 100 millones de megabits. Pero el cerebro es nada más que un órgano material, perfecto en su estructura y función, pero el funcionamiento de las neuronas es insuficiente para explicar las posibilidades de expansión que tiene el ser humano.

El cerebro se convierte en el receptáculo de la mente, entendiendo que la mente puede percibir tanto el cuerpo al que pertenece como el mundo circundante en el que se manifiesta.

El cerebro es el órgano del cuerpo que se encarga de controlar todas las funciones internas para permitir la homeostasis, o sea el equilibrio entre todos los órganos y sistemas para mantener la vida.

La mente no almacena memoria pero tiene acceso a la memoria almacenada en el cerebro de una persona con una salud adecuada.

Cuando la mente se une a la voluntad, supera su apoyo físico cerebral, y se eleva hacia mayores opciones en múltiples ámbitos.

Mente es también conocimiento, y sobre todo, capacidad de conocimiento. Es lo que la ciencia actual investiga en el terreno del aprendizaje. En el cerebro están las bases, pero es la mente la que abre puertas hacia los conocimientos, y en un paso más adelante, haciendo uso de la inteligencia, convierte los conocimientos en sabiduría, en experiencia vital.

 

Desde la conocida como Filosofía de la Mente se viene intentando demostrar la relación entre mente y cerebro con avances muy limitados. Son muchas las teorías que tratan de encajar mente y cerebro con postulados de todo tipo.

El dualismo en la concepción del ser humano ha existido desde la filosofía clásica hasta mediados de los años cincuenta del siglo pasado. En él, mente y cerebro, espíritu y materia, son categorías bien diferenciadas sin que una dependa de la otra. Debe su conceptualización moderna a René Descartes, quien distingue entre una sustancia corpórea y una sustancia espiritual.

A finales de los años cincuenta entró en la psicología la teoría de la identidad. Postulaba que los estados mentales no eran más que procesos biológicos del cerebro. Es decir, estados mentales y procesos cerebrales serían lo mismo. La teoría de la identidad identificaba tipos psicológicos con sus propiedades y clases psicológicas, con tipos físicos con propiedades y clases físicas.

Desde distintos enfoques, Thomas Nagel, Colin McGinn, Jerry Fodor, Noam Chomsky, Roger Penrose y otros muchos, por citar científicos y filósofos de diversa procedencia, reconocen que la ciencia no posee siquiera una ligera idea de cómo emergen, a partir de un cerebro material, cualidades consideradas mentales como la conciencia y la capacidad de tomar decisiones fuera de estándares establecidos. Aunque fuéramos capaces de construir un ordenador tan potente y perfecto como el cerebro, no habría formar de explicar las muchas actividades mentales que no tienen base lineal ni reducibles a fórmulas matemáticas, por muy complejas que sean. Hay verdades muy alejadas del alcance de una mente objetiva y concreta que es lo más parecido a la mente que el cerebro puede activar. Hay problemas que parecen encontrar una solución a través de métodos científicos, y otros que se hallan más allá de un análisis concreto y lineal y solo pueden atenderse desde una mente con capacidades abstractas de comprensión.

No es objeto de este artículo reflexivo clarificar las muchas y complejas teorías filosóficas sobre la mente. La base sobre la que trataremos de entender el mundo mental debe dejar bien definida la diferenciación entre mente y cerebro, como componentes del cuerpo mental y físico respectivamente, aunque tengan relaciones vitales entre sí. Pero sin aceptar la realidad del alma y su expresión a través del cuerpo mental y del cuerpo físico (cerebral) no se puede lograr un avance significativo.

 

Desde el punto de vista de la consciencia, del grado con el que nos damos cuenta de lo que consideramos la realidad, se pueden establecer varios tipos de mente. (Consciencia es un concepto diferente de conciencia, en el que profundizaremos más adelante) La parte de la mente que conocemos se suele considerar como mente “consciente”,  y la que no conocemos como mente “inconsciente”. Depende de la escuela que lo defina, pero la mayoría coinciden en ello. Es una antigua discusión metodológica y semántica dentro de la psicología.

Por otra parte “subconsciente” es un término que utiliza la psicología clásica para designar todo aquello que está por debajo de la conciencia y que es débilmente consciente. Pero Freud y los seguidores del psicoanálisis lo rechazaron a finales del siglo XIX porque, según ellos, se prestaba a equívocos metodológicos. Los seguidores de la corriente del psicoanálisis consideran más correcto hablar del inconsciente, porque se refiere de modo más preciso al contenido mental que se encuentra fuera del conocimiento de la persona, oculto, escondido, que escapa de la conciencia y que está constituido por contenidos reprimidos (recuerdos, experiencias, sentimientos, etc.). .

Otras corrientes consideran tres partes de la mente: Consciente, Subconsciente e Inconsciente. La mente consciente es aquella parte de la mente que se encarga de percibir la realidad de la que el sujeto se da cuenta y que puede describir sin esfuerzo: la percepción, los recuerdos, los pensamientos… La mente subconsciente conoce las cosas que has sabido, pero que temporalmente has olvidado ya en tu consciente; con un poco de esfuerzo puedes volver a recordar y traerlas al campo de lo consciente. La mente inconsciente sería la sección mental más grande (tal vez 6/7 partes de la mente) y oculta de la mente donde reposan innumerables experiencias que has vivido desde la niñez y que son imposibles de recordar. Están presentes en forma de impulsos, impresiones, pensamientos incontrolados y recuerdos reprimidos: activos e impulsivos.

Al margen de las discusiones sobre estos conceptos, y con objeto de entenderlo de una forma sencilla podemos establecer la reflexión sobre la consciencia de la mente como mente consciente, para todo aquello de lo que nos damos cuenta, aunque lo interpretemos limitada o erróneamente, y mente subconsciente para todo aquello que queda por debajo de la consciencia, independientemente del nivel en el que supuestamente se encuentre. La luz puede, en su momento, iluminar los mundos más lejanos.

Todo pensamiento consciente repetido durante un tiempo se convierte en una pauta automática con un alto contenido subconsciente. La mente subconsciente es una recopilación de todo lo que pensamos. Los pensamientos más corrientes crean los comportamientos subconscientes más arraigados. Creamos pautas automáticas que comienzan siendo conscientes, y luego acaban por quedar por debajo del nivel de conciencia, como por ejemplo ocurre en el aprendizaje a conducir un vehículo, que al principio exige toda la atención y una secuencia ordenada de pensamientos y decisiones mentales, y con el tiempo pasa a ser un proceso semiautomático. Un proceso similar se construye para ser optimistas y desarrollar una visión positiva, o para desarrollar una tendencia imparable hacia la depresión. Nadie nace optimista o pesimista, positivo o negativo. El futuro de cada uno depende de los pensamientos conscientes. Cada nuevo pensamiento consciente crea nuevas pautas que tienden a hacerse subconscientes

La mente subconsciente acepta lo que su parte consciente le determina. Cuando nos decimos a nosotros mismos que no somos capaces de hacer tal o cual cosa, de que no podemos cambiar, de que esto o aquello no tiene solución; se está dando un mensaje a la mente subconsciente que terminará por hacerse realidad. De ahí la importancia de pensar en positivo.

Todos tenemos la oportunidad y el poder de escoger. Escoger ser cooperador o competidor, ser amable o estar siempre enojado, elegir el buen ánimo y el acercamiento a la felicidad, o la queja y la amargura. Cada cual crea su personalidad y su carácter día a día.

Cualquier cosa que la mente consciente asuma y crea que es verdad, la mente subconsciente la acepta y la dejará pasar. El pensamiento inicia una acción, y la reacción es la respuesta automática de la mente subconsciente a su pensamiento. El hábito es una función de la mente subconsciente. Los hábitos se moldean en la mente subconsciente al repetir un pensamiento una y otra vez hasta establecer una pauta que con el tiempo se convertirá en automática y fuera de nuestro sistema de observación consciente. Somos en cierta forma el resultado de nuestros hábitos.

Los hábitos son procesos subjetivos, pero tienen una base neuronal, y son capaces de activar el sistema hormonal, con lo que se hacen objetivos y palpables en el cuerpo físico. La experiencia subjetiva tiene un tiempo de creación y tarda en entrar en acción, puede ser activada o inhibida, y está influida por los ciclos de actividad y reposos y los cambios del sistema neuroendocrino.

 

Se puede entender el funcionamiento de la mente distinguiendo entre mente concreta y menta abstracta. La mente concreta, más ligada al cerebro, y la mente abstracta, más cercana a la intuición al alma.

El pensamiento tiene una serie de niveles. En general podemos diferenciar los pensamientos que provienen de la mente inferior de naturaleza concreta, de los que provienen de la mente superior mucho más abstractos

La forma de pensar de la mente inferior casi no se puede considerar una acción de verdadero pensamiento. La mente inferior es lineal y se basa en una forma de razonar muy primaria, asociando pensamientos con emociones. En realidad la mente inferior más que pensar racionaliza emociones o dicho de otra manera: emociona pensamientos.

La mente inferior tiene muchas semejanzas con el funcionamiento de un ordenador. Cuando el escritorio de nuestro ordenador está lleno de archivos y cuando hay varios archivos abiertos a la vez, se hace preciso despejar la pantalla y reordenar los archivos en su correcta ubicación, para evitar saturar de información el sistema y facilitar el procesamiento. De manera similar, se precisa reordenar la pantalla de la mente despejando los pensamientos abiertos y en situación de preferencia forzada, que obstaculizan la búsqueda y la expresión de los pensamientos más adecuados.

Algunos mal llamados científicos piensan que la mente racional lo hace todo. Piensan que pueden hallar la respuesta a todo problema con su mente racional y que es posible con ella integrar todo conocimiento. La mente racional funciona bien y es muy útil en los planos mentales inferiores, pero no tiene ninguna función en los planos mentales superiores

El esfuerzo para pensar en forma abstracta es, en realidad, pensar, en lo posible, trascendiendo la mente concreta. Más que pensar es ser consciente en términos de la vida y no de la forma, del ser y no de lo que arraiga al ser en el plano físico, o también en términos de conciencia, tal como a menudo se entiende.

La mente inferior está destinada a ser un canal para la libre afluencia de energía de la mente superior. La mente abstracta superior desarrolla e interpreta sus conclusiones mediante la mente concreta inferior entrenada.

La mente inferior en lugar de ser un medio para un fin y un instrumento para ser utilizado, se puede convertir en regente y tirano, impidiendo la actuación de la intuición y excluyendo la mente abstracta. Por eso el esfuerzo por captar lo inalcanzable y ejercitar la mente en el pensamiento abstracto, siempre es valioso. Por el análisis, la correlación y la síntesis se desarrolla el poder del pensamiento, y la mente abstracta puede unificarse con la concreta.

Aprender a ser telepáticos e intuitivos hace que las frases e ideas revestidas por las formas no sean necesarias. Así se puede enfrentar a la verdad desnuda, y vivir y trabajar en el terreno de las ideas y no en el mundo de las formas, y asumir responsabilidades e iniciar actividades basadas en esos simples impulsos característicos del alma, y no en el razonamiento de la mente inferior concreta.

 

La mente poco desarrollada tiende a establecer filtros y sesgos que evalúan e interpretan la información que procesan. Son de carácter personal y subjetivo, fruto de muchas otras evaluaciones e interpretaciones anteriores, y son también herramientas útiles para facilitar el enorme trabajo que cuesta procesar la infinidad de estímulos e información que deben ser analizadas en décimas de segundo. Pero la construcción de esos filtros no siempre responde a la realidad, que pasa por cada filtro personal y es distorsionada en una u otra forma, para bien o para mal.

La variedad de formas en las que se suele distorsionar la realidad por el uso inadecuado de la mente es inmensa. Entre las más destacadas podemos citar: la rigidez mental, con pensamientos del todo o nada; tener una opinión predeterminada y carecer de la apertura mental que se necesita para aprender algo nuevo; centrar la atención en un único detalle y perder la perspectiva general; precipitarse en las conclusiones confirmando las visiones negativas descartando lo positivo, lo que conlleva a magnificar lo negativo y minimizar lo positivo; abusar del razonamiento emocional apoyándonos en emociones para justificar y dar por sentado una creencia, un pensamiento, la evidencia de algo, sin tener en cuenta aspectos de la situación mucho más informativos; interpretar equivocadamente el pensamiento de los demás; pretender que las cosas deben ser como nosotros queremos o esperamos que sean, forzando su sentido para que coincidan con nuestras pretensiones; etiquetarlo todo, y a partir de un solo suceso o situación poner una etiqueta permanente a sí mismo o a los demás, en un juicio rápido, sin pruebas, ni testigos; personalizar, y asumir toda la responsabilidad por un hecho que no está totalmente bajo nuestro control.

La solución a tanto desatino pasa por abrir la mente. Ser abierto de mente no significa tener la mente vacía. Significa no tener prejuicios. A cada nueva idea, a cada nueva propuesta de pensamiento, le aplicamos nuestra supuesta forma personal de pensar, que en realidad es nuestro condicionamiento, nuestros prejuicios construidos en el largo aprendizaje desde el nacimiento, a través de nuestros padres, profesores, la forma en que vivimos, la información que recibimos, las cosas que leemos y otras tantas influencias que moldean nuestra visión. Eso crea formas mentales en nuestra mente que luego se hacen fijas e impide que podamos ver algo diferente. Ser abierto de mente significa ser libre, tener una mente que te pertenezca sin nada que te impida mirar objetivamente cualquier idea o información nueva.

La libertad de mente permite que puedas aprender y reeducarte a ti mismo y te coloca en la mejor posición para ir descubriendo la verdad y la realidad y evitar la cristalización mental. “Cristalización” es crear una “barrera de cristal” entre la personalidad y el alma, que conduce a que la mente se haga dura y quebradiza, las emociones se enquisten y el cuerpo físico se envejezca y cristalice rápidamente, porque no afluye libremente la vida.

 

El desorden mental dificulta el correcto uso de la mente. La mente desordenada es el resultado de la falta de equilibrio emocional, del deseo incontrolado, del enfoque excesivo en pensamientos de la mente concreta, de prestar atención a las preocupaciones. Todo ello conduce a la obstrucción de la energía y la luz del alma y limita la conciencia. Se precisa sentido de la proporción en lo emocional y capacidad de discernir y desapego de la cadena de pensamientos.

Toda preocupación y ansiedad tiene por base principal un móvil egoísta. Las preocupaciones se basan en lo personal, y son el resultado del apego a la forma y de atender las vibraciones del mundo material, aunque se presenten como supuestos pensamientos inteligentes.

Aprender a liberarse de la constante preocupación de las circunstancias y problemas personales, conduce a la liberación mental, y proporciona una oportunidad de libre percepción mental, lo que da acceso a las facultades más elevadas de la mente.

Criticar es otra forma de desorden mental de consecuencias nefastas para el que critica y para quien la recibe. La crítica puede estar fundada en muchas cosas, pero generalmente tiene sus raíces en la envidia, en la ambición reprimida y el orgullo y egoísmo personal. Se necesita saber diferenciar el supuesto y justificado espíritu de crítica de la capacidad de analizar con desapego y de aplicarlo prácticamente con respeto a la dignidad humana.

Las informaciones falsas, siempre cargadas de veneno, las mentiras y las habladurías; aprisionan y anulan la mente. Cuando llegan esas corrientes oscuras, no hay que darlas las más mínima atención y desvitalizarlas por medio del amor, destruyéndolas mediante el poder de una forma mental opuesta, de paz y armonía. Aunque el ataque sea directo, injusto e indignante, no se puede dar paso al odio y a la mente inferior. Es legítimo defenderse, pero teniendo siempre presente que cuando condenas te aprisionas, y cuando perdonas te liberas.

 

Educar la mente debería ser una prioridad, ya desde la edad escolar. Pero no se trata de llenarla de contenidos y conocimientos, sino de enseñar a pensar con claridad y entrenar la mente para que deje de vagar sin control, interviniendo conscientemente en el núcleo del mecanismo de encadenamiento de pensamientos.

Educar la mente es evitar que permanezca vacía al alcance de cualquier forma mental indeseable. Se suele decir que una mente vacía es el taller del diablo. Una mente ociosa es una puerta abierta a la amargura y a la infelicidad.

Pensar con claridad implica tener la capacidad de desprenderse, por lo menos temporalmente, de todas las reacciones y actividades de la naturaleza emocional, y así mantener intacto y libre de todo deterioro el “estado mental”.

La mente se estabiliza y queda liberada de la ilusión, a medida que se purifica la naturaleza inferior y ya no se la satisface. Cuando se emplea un vocabulario de carácter negativo se corre el riesgo de crear un terreno abonado para que surjan emociones negativas. Sólo con sustituir un patrón de lenguaje negativo por otro positivo, se modifican las condiciones en las que experimentamos e interpretamos nuestra vida. Educar la mente para crear pensamientos positivos requiere de un entrenamiento consciente, repetitivo y comprometido. Sabemos que el pensamiento optimista positivo favorece el pensamiento realista, que a su vez favorece que los espejismos tiendan a diluirse facilitando la claridad mental. La realidad conduce al uso natural de la mente, que es la naturaleza propia del ser humano. Cultivar el conocimiento de sí mismo y equipar el cuerpo mental, se construye mediante buenos pensamientos y acciones. Entrenarse en claridad mental es entrenarse en vivir orientado hacia emociones positivas, hacia una verdadera impersonalidad, tolerancia espiritual y parquedad en el uso de las palabras, cuando estas encierran conceptos. Eliminar toxinas mentales como el odio y la obsesión, la avaricia, la confusión, es una forma de liberar la mente del control emocional.

Ante cualquier situación, ante cualquier estado emocional o mental, existen pensamientos naturales, que serían los más apropiados para esa situación o estado concreto, y para que se expresen con libertad se debe despejar la pantalla cerebral. Pensar bien es a menudo una cuestión de limpieza mental. Una mente limpia es imprescindible para vivir con unas mínimas condiciones de salubridad, y es la mejor vista al paisaje del bienestar y de la alegría interna.

Educar la mente supone desarrollar la capacidad de redirigir la atención, que es esa habilidad para concentrar la experiencia perceptiva en la porción de la estimulación ambiental e informativa que decidimos tiene interés para nosotros. Parar el diálogo interno, no es detener el pensamiento, sino ser capaz de dirigir la atención a voluntad. El dialogo interno se alimenta de nuestra atención, y si la atención se canaliza a otro lado, ese dialogo pasa a ser como una musiquilla de fondo que acaba por dejar de molestar y pasar desapercibida. Luchar con los pensamientos es prestarlos atención y es la forma en que se acaban convirtiendo en una pesadilla. Hay que dejar que se disuelvan por inanición. El mejor medio de eliminar es sustituir. La pureza de pensamiento se facilita cuando se sustituyen los pensamientos fáciles, resultantes de hábitos erróneos de pensar, por un buen pensamiento dinámico. Es una forma de cultivar la belleza mental.

En los pensamientos de pureza, dedicación, amor y servicio, se resume la naturaleza y el destino evolutivo del ser humano, y no representan las llamadas cualidades espirituales, sino fuerzas potentes ocultas, dinámicas en su incentivo y creadoras en su resultado.

Solo cuando se ha desarrollado un control mental profundo basado en el amor y la presencia del alma se puede confiar en que los silencios de la mente son seguros y un adecuado remanso de paz. La afluencia del amor es la mejor medicina para liberar los muchos hábitos mentales que nos aprisionan. Se trata de barrer los hábitos mentales por una afluyente oleada de amor.

 

La reflexión modifica las características de la vida y permite el acceso a nuevas cualidades que se desarrollan mediante el pensamiento consciente dirigido. Pero conviene saber diferenciar bien entre reflexionar y analizar. Es otra forma de investigar y comprender los diferentes campos mentales que abarcan la mente inferior y la mente abstracta.

El campo del conocimiento subjetivo debe reemplazar al del análisis externo y objetivo, y emplear la mente como factor analítico integrante, en lugar de un factor que censura, discrimina y separa. Cuanto más sabemos, menos juzgamos.

La visión y percepción interna revela la unión y permite que cesen las divisiones externas. La mente se convierte así en una puerta de acceso al mundo del alma.

 

La lectura y el estudio de contenido evolutivo y espiritual afianzan la capacidad reflexiva. Pero para ello hay que abordar los temas de estudio con profunda humildad, con una actitud meditativa y consideración reflexiva, y rehusar materializar los conceptos presentados. Evitar que se haga descender la enseñanza al nivel de la conciencia física y alimentar la mente inferior.

El esfuerzo para leer, comprender y luego expresar esa comprensión en palabras, ayuda a manifestar la percepción intuitiva en el plano físico. La repetición constante de una verdad bien conocida, sirve a veces para hacer comprender su exactitud.

El esfuerzo por captar la verdad que no puede ser expresada con palabras produce una precipitación de la mente abstracta o intuición, lo cual a su vez estimula y desarrolla las células cerebrales y produce una constante estabilidad del poder de permanecer en el “ser espiritual”; entonces es posible captar lo inexpresable y vivir por el poder del mismo.

“Lectura espiritual”, en realidad significa leer con los ojos del alma, con la visión interna alerta, para descubrir lo que se busca, lo que desarrolla la capacidad de ampliar los conceptos mentales y la discriminación para hacer la propias deducciones sin condicionamientos.

La facultad de discriminar libera al espíritu de las ligaduras de la materia y le enseña a discernir entre la ilusión y lo que ella revela. También hay que aprender a discernir entre pensamientos abstractos e ideas intuitivas. La intuición contacta con las nuevas ideas y las revela. El mundo abstracto, les da forma y substancia, y a través del pensamiento concreto se creará  la forma mental objetiva.

 

La energía sigue al pensamiento y se dirige allí donde el pensamiento está enfocado. A través del pensamiento y la energía que este mueve y dirige, se crea nuestro carácter y nuestro destino; por eso es tan importante aprender el arte de pensar bien.

Todo es energía. El pensamiento mismo es energía. El pensamiento es realmente energía dirigida. Está enfocada y dirigida, y por tanto puede tener un efecto sobre un área de energía menos enfocada. Allí donde pongas tu atención o tus pensamientos, allí fluirá energía.

Un antiguo aforismo dice que “Como un hombre piensa, así es él”; entendiendo por hombre el ser humano y no una cuestión de sexos. Por eso de acuerdo a sus pensamientos así son sus deseos y acciones, y también su futuro y el Karma resultante, para bien o para mal. A medida que cambia sus deseos, se cambia a sí mismo; a medida que traslada su conciencia de un objetivo a otro, se transforma a sí mismo.

El pensamiento genera energía en proporción con el poder del pensamiento, cualificada por el tema de reflexión. De ello se deduce la importancia de cada pensamiento y la responsabilidad que conlleva el manejo de energía, aunque sea de forma seminconsciente o de potencias reducidas. También se debe poner en valor el silencio mental. Guardar silencio es abstenerse de formular ciertas corrientes de pensamiento, eliminar toda fantasía, y evitar el empleo malsano de la imaginación creadora. La armonía y el poder interno se expresa a menudo como silencio externo.

Conviene destacar la necesidad de que se cumpla constantemente la correcta técnica para hablar y se cultive la exactitud y la percepción correcta. Donde existe la costumbre de ser exacto podrán revestirse las ideas en forma apropiada y verdadera, y con más naturalidad. Cuando se establece el orden y se logra también un pensamiento unido en el plano mental, entonces se manifiesta oportunamente el orden en el plano físico.

 

La creación de formas mentales es el resultado directo del pensamiento que atrae un tipo de energía de frecuencia vibratoria similar a él. Cuando creamos algo, antes le ha precedido un pensamiento. Una energía de determinadas características y vibración tiende a atraer energías de características vibratorias similares.

La calidad y la naturaleza del pensamiento depende del plano de donde proviene dicho pensamiento. Focalizados en lo físico, emocional o mental inferior los pensamientos están llenos de espejismo e ilusión y tienden a tener un destacado componente negativo, asociados a estados energéticos bajos y desequilibrados. Si el contacto se hace en los planos mentales superiores, los pensamientos elevan su composición en luz y están salpicados de cualidades elevadas como la belleza, paz, bondad, verdad, aspiración. De acuerdo al grado del pensamiento y de la energía que atrae, así se construye el aura que rodeará nuestra vida. Auras puras y limpias, irradian paz y luminosidad y atraen fuerzas creativas y de energías elevadas. Auras contaminadas atraen fuerzas oscuras que acaban por dañar los cuerpos. La luz no puede pasar por auras oscuras.

La necesidad de pensar claramente y eliminar pensamientos ociosos, destructores y negativos, aumenta cuando se va acrecentando el poder de la mente y el ser humano distingue su propio pensamiento del pensamiento de la masa y consigue construir formas de sustancia mental. Al principio lo hace automática e inconscientemente. No puede evitarlo y, afortunadamente, para bien del resto de la humanidad, las formas construidas, por ser tan débiles, la mayor parte son inocuas o están muy de acuerdo con los pensamientos de las masas que sus efectos son insignificantes. Pero a medida que se desarrolla la capacidad de crear formas metales de mayor poder, se acrecienta su capacidad de dañar o de ayudar, y a menos que aprenda a construir adecuadamente y a darle un móvil correcto a lo construido, se convertirá en un agente destructor dañando no solamente a sí mismo, sino también a quienes vibran en su nota.

Una forma mental puede actuar como agente liberador o como un veneno que contamina todas las fuentes de la vida. Las formas mentales de poder minan y agotan a quienes se adhieren a ellas. Las formas mentales caracterizadas por el odio, la preocupación, los celos, la ansiedad, o el deseo actúan con una fuerza destructiva que inutiliza la oportunidad de llevar una vida evolutiva y de servicio y de contacto con el alma, con la consiguiente carga de amargura e infelicidad, que además tiene la poca afortunada cualidad de ser contagiosa y afectar a aquellos que entran en contacto con ella.

Construir formas mentales debería ser una actividad cuidadosa. Unas sencillas pautas pueden servir de orientación y guía segura hacia la verdad para quienes están dispuestos a volver a ser niños, a redescubrir su pureza natural.

Observa el mundo del pensamiento y separa lo falso de lo verdadero.

Aprende el significado de la ilusión, siempre enfocada en la mente inferior y desde ese punto localiza la orientación hacia la verdad.

Controla los impulsos emocionales y sus seudopensamientos con carga emocional, que ocultan la luz del sol y hacen fracasar todos los planes. La limpieza de la atmósfera del pensamiento cierra las puertas al odio, al dolor, al temor, a los celos, a la codicia y a los bajos deseos; y prepara el mejor escenario para construir adecuadas formas mentales.

Descubre que posees una mente con un uso dual, mente inferior o superior, mente concreta o abstracta, y aprende a utilizarla en cada situación. No son útiles los pensamientos abstractos para soluciones concretas, ni los pensamientos concretos para espacios abstractos.

Concentra el principio pensante y evita la divagación y la permanente confusión. El pensador y su pensamiento y lo que constituye el medio del pensamiento, son diversos en su naturaleza, y sin embargo uno en la realidad última.

Nunca corrompas tus pensamientos con deseos separatistas. La energía del pensamiento es para bien de todos, no la utilices para fines egoístas.

Antes de construir una forma mental, visualiza su propósito, asegura su meta y verifica su móvil.

Al estar la vida principalmente centralizada en el plano de la vida concreta, tus palabras y tu lenguaje indican tu pensamiento. Presta a éstos cuidadosa atención. Procura ser amable, y expresar bondad dentro de tus posibilidades. Guarda silencio y dejar penetrar la luz.

No acostumbres a hablar de ti mismo, y no te compadezcas de tu suerte. Los pensamientos del ego y de tu destino inferior impiden que la voz interna de tu propia alma resuene en tu oído. Olvídate de ti mismo para neutralizar el excesivo poder de la forma, y que el amor pueda aflorar libre en ese mundo.

 

Las distorsiones de la realidad se reparten en la humanidad actual en tres grandes niveles: el espejismo, la ilusión , y “Maya”. El espejismo modifica la realidad por el empleo inadecuado de las emociones. La ilusión es la reacción distorsionada de la mente inferior al mundo de las ideas. Maya es de carácter vital y físico: es el desequilibrio de la energía del ser humano en su construcción de la realidad por la acción del espejismo, de la ilusión, o de ambos.

Un espejismo es una distorsión de la verdad y el reflejo defectuoso de una realidad. El espejismo es una cosa sutil que se disfraza como si fuera una verdad. Es poderoso porque tiene su punto de entrada en esos estados mentales y modos de pensar cargados de emoción, tan familiares, que aparecen de forma automática y constituyen una manifestación casi inconsciente. Es un filtro de la realidad que crea un mundo de apariencias reales que congela la expansión de la conciencia.

El espejismo es una cualidad de carácter emocional y mucho más poderoso, en estos momentos, que la ilusión, debido a que una enorme mayoría de la humanidad actúa enfocada desde su naturaleza astral. La mayoría de las personas ignoran totalmente que el espejismo e ilusión existen, que viven en ellos, incluso divinizan su espejismos.

El problema con el espejismo es que cuando nos encontramos inmerso en él no podemos verlo. Sus causas son diversas; la intensificada tensión de la época fomenta los espejismos del temor y la destrucción, y alimenta los estallidos de todo tipo de violencia. El temor crea espejismo, y el espejismo oculta la luz. La preocupación generas espejismos, al igual que la profunda desconfianza hacia la vida y las actitudes tóxicas de crítica, suspicacia, separatividad y orgullo. La personalidad con sus metas y ambiciones, su inteligencia y experiencia, constituye en sí un espejismo.

Pensar con claridad implica capacidad de desprenderse, por lo menos temporariamente, de todas las reacciones y actividades de la naturaleza emocional. Observa los espejismos, de forma consciente y, sin condenar, reconócelos por lo que son: irreales. Si pensamos en un espejismo y lo observamos sin condenarlo, sin intentar cambiarlo, nos volvemos más conscientes de su verdadera naturaleza. Las reacciones cerebro-astrales deben ser consideradas como inexistentes e ilusorias, permitírseles descender bajo el umbral de la conciencia y morir allí por falta de atención. Cultiva el poder de emplear a la mente como un reflector de la luz del alma, dirigiéndola a los niveles del espejismo y, por lo tanto, disipándolo.

Si tu mente está cerrada u oculta de la verdad entonces estás viviendo en ilusión. Si se experimenta como una emoción entonces es espejismo; si es una noción mental o idea, entonces es ilusión. El espejismo es ilusión en el plano astral/emocional.

La ilusión es la manera de la que se sirve la mente inferior para construir formas mentales al interpretar las ideas que procesa desde una comprensión limitada y un conocimiento materialista. La ilusión filtra la realidad y la distorsiona y la oculta tras una nube de pensamientos, que llegan a cargarse de aparente verdad.

La ilusión es una actitud mental que se basa en la incomprensión de las ideas y de los pensamientos, y en erróneas interpretaciones, y es propia de personas más intelectuales que emotivas, que generalmente han superado buena parte de los espejismos de sus vidas.

La ilusión hace que el alma no vea con claridad y no pueda verter su luz a la mente y al cerebro, y así la conciencia se pierde sin saber reconocer la realidad y la verdad.

A través de la ilusión no se niega la existencia del mundo de los fenómenos y los hechos, pero se interpretan mal y no se es capaz de ver el mundo como es en realidad. Las formas mentales ilusorias extraen su fuerza de los aspectos menos elevados de la personalidad y del deseo.

Los vehículos causan el problema. El vehículo de la mente arroja estas ilusiones, estas formas mentales, ideas, patrones de creencias, todo este pensamiento erróneo, y así el alma no es capaz de trabajar directamente desde el nivel del alma y a través de la intuición para revelar lo que la persona desea saber. Se precisa vivir más continuamente en el mundo de significados y menos en el mundo de las apariencias. Es un mundo más real y menos ilusorio.

El espejismo se supera con la luz del alma trabajando sobre el espejismo a través del cuerpo mental. La visión del cuerpo mental debe utilizarse para superar el espejismo. La luz del alma, que es la intuición, tiene que utilizarse para superar las formas pensamiento mentales que son ilusiones. No tienes que descubrirla. Si no tienes espejismo no experimentas sentimientos fantasiosos; tus sentimientos son verdaderos. Provienen del corazón, no del plexo solar; no es un uso incorrecto de la energía astral. Si las ideas son verdaderas, provienen del alma y son creativas, reveladoras, iluminadoras. Si son ilusorias, son falsas. Se necesita la intuición, la luz del alma, para mostrar su falsedad.

Detrás de las palabras ilusión, espejismo y maya, se halla la verdad que siempre ha estado allí.

 

Los recuerdos sustentan el cinturón mental que rodea y muchas veces aprisiona a la personalidad. Cada pensamiento, cada percepción, cada situación, cada suceso de la vida, por pequeño que sea, se graba en forma de recuerdo en un circuito cerebral, en algún microscópico lugar de los millones de neuronas en conexión que pueblan nuestro planeta cerebral. Cada recuerdo queda así registrado, y con solo activar el circuito en el que se grabó, vuelve a la consciencia, vuelve a ser visionado por nuestra pantalla mental de atención. Se cree que la capacidad cerebral de almacenaje de recuerdos no tiene límite; se necesitarían muchas vidas para llenarla. La dificultad para recordar está solo en encontrar el camino exacto que nos lleve al recuerdo que buscamos. Una persona que fuera capaz de recorrer a voluntad las sendas que conducen a los lugares en los que se grabaron sus vivencias y experiencias, sería capaz de recordarlo todo, dispondría de una memoria perfecta.

Nadie tiene una memoria perfecta, además la mayor parte de la gente se suele quejar de tener una mala memoria, de necesitar una agenda para no olvidar incluso las cosas cotidianas más necesarias. Pero suelen estar seguras de determinados recuerdos de sus vidas que se mantienen con el paso de los años. Nada más lejos de la realidad.

La investigación en el área de la memoria viene confirmando una y otra vez, que cada vez que se activa un recuerdo, y se vuelve a recorrer el circuito cerebral en el que quedó grabado, se procesa con el estado mental actual de quien lo recuerda, y bajo la influencia de las emociones, pensamientos, sensaciones y percepciones que ocurren a la vez que se está recuperando el recuerdo. Es casi inevitable que en alguna medida ese recuerdo se modifique y cuando se almacene de nuevo quede incorporado al mismo algún nuevo componente, con lo que el circuito cerebral de almacenaje también se modifica.

La memoria es un proceso en permanente cambio. Es cierto que determinadas experiencias y sucesos transcendentales en la vida se mantienen en lo esencial, porque tienen la energía y la carga emocional suficiente para no perderse; pero su interpretación, su sentido, y muchas de sus características cambian a lo largo del tiempo.

Si pudiéramos visionar con exactitud ese recuerdo que creemos tener grabado a fuego en nuestra mente, nos sorprendería como ha ido variando con el tiempo, como se ha mezclado con componentes de otros recuerdos similares, y como incluso se han añadido nuevas escenas que nunca sucedieron.

Saber que la memoria se reconstruye una y otras vez tiene implicaciones diversas y sorprendentes. Se puede y hasta es conveniente poner en cuestión la certeza de nuestros recuerdos, no solo en cuanto a los hechos, sino sobre todo a las conclusiones que hemos sacado de lo que creemos que son hechos inmutables. Todo esto puede afectar a cuestiones tan determinantes como la valoración de las relaciones más importantes en el proceso de creación de nuestra personalidad. La memoria retrospectiva sobre nuestros padres y las personas que más influyeron en nuestra infancia, tiene la injusta tendencia a modificarse resaltando los errores y no la inmensa dedicación al cuidado de sus hijos. Somos muy duros juzgando a nuestros padres por sus pequeños errores, y además lo hacemos fuera de contexto y de época. Hay formas de educación de hace treinta o cuarenta años, que hoy día son impensables.

Muchos recuerdos de frustraciones en la temprana edad, tal vez no sean exactos, y tal vez no se deban a las causas que les otorgamos. Los auténticos bloqueos se han enterrado en el subconsciente, y no es fácil acceder a ellos a través de la memoria.

Con respecto al mundo emocional la memoria es una pieza clave en el mantenimiento de los hábitos emocionales y sus pensamientos asociados. Cuando grabamos un recuerdo, lo hacemos con un determinado estado emocional, con un estado de ánimo. Existe una mayor probabilidad de recordar la información cuando el estado de ánimo en el momento de su codificación y grabación coincide con el momento presente en el que se trata de evocar esa información. Un estado negativo tiende a activar recuerdos de otros estados negativos similares, y al activarlos tiende además a regrabarlos con una mayor carga de negatividad. La oscuridad es muy invasiva y penetra hasta en los recuerdos más profundos.

Pero el mismo camino que se reconstruye hacia lo negativo se puede reconstruir hacia lo positivo.

La memoria no es simplemente una facultad de la mente o una parte en el proceso del pensamiento. Cuando se combina con la imaginación se transforma en un agente creador. Cuando recordamos: recreamos, volvemos a crear. En nuestra elección esta seleccionar el tipo de recuerdo que se desea sacar a la superficie de la conciencia. Recordar lo negativo, a pesar del riesgo de contagio emocional del pasado hacia el presente, puede ser útil para extraer alguna lección, para aprender a transmutar lo doloroso en beneficioso, para ponerse en armonía con lo negativo del pasado. Pero recordar lo positivo es aún más útil, porque cimienta las nuevas percepciones con una visión más esperanzadora y optimista y atrae energías limpias precursoras de un buen corazón y de una buena forma de pensar.

 

El desapego es el “baño” de la mente. Los apegos llenan la mente de obstáculos que obstruyen su funcionamiento natural y la libre circulación del pensamiento.

El desapego es ser capaz de vivir la vida y no querer poseerla, no desear nada de ella. Desapego es implicarse en la vida pero sin apego.

El desapego es la habilidad de no identificarse con los cuerpos y mantener la relajación física, emocional y mental en unos niveles razonables. Es estar dispuesto a vibrar con la energía, viviendo el presente con total consciencia, sabiendo que lo que ocurre no es tan importante. Desapego es dejar de vernos en el centro del universo, ser capaces de no criticar aunque recibas críticas. Es escuchar a los corazones, pero permanecer impasibles hacia lo que otros digan o piensen desde sus personalidades. Desapego es conseguir ser impersonal, es olvidarse de sí mismo.

El desapego es una actitud interna que no tiene nada que ver con el aislamiento físico, ni con utilizar técnicas de enfriamiento emocional, ni tampoco con encerrarse en sí mismos y tratar de controlar los estímulos que provienen del exterior. No tiene que ver con bloquear la corriente de vida, sino con dejarla seguir su curso plenamente inmersos en ella, libres de los deseos y caprichos de la personalidad.

El desapego pasa por desaprender las muchas formas que usamos diariamente para apegarnos a lo que creemos que somos. Las personas tenemos la mala costumbre de buscar la seguridad, de perseguir la permanencia, para sentir que las cosas no cambian a nuestro alrededor, que nuestro entrañable “yo” no es atacado por la inestabilidad que nos produce enfrentarnos a algo nuevo y desconocido. Pero, ya sabemos que no hay nada permanente, que la vida está en continuo cambio. Mientras buscamos seguridad y estabilidad estamos ejercitando el apego a lo ya conocido y en ese ejercicio encasillamos nuestra vida y la de los que nos rodean, y de ese círculo vicioso solo puede nacer miedo, recelos, desconfianza, y un extraño sentimiento de vivir perdido en un mundo ansiado que amenaza con desaparecer en cualquier momento. La vida no tiene que ver con la seguridad, tiene que ver con el movimiento, con la conciencia, con la transformación, con la experiencia.

El desapego del cuerpo físico es el primer paso en la dirección correcta. Las deficiencias físicas, la enfermedad, la fatiga, no pueden impedir la vida. Hay que aprender a vivir como si el cuerpo físico no existiera, sin enfocar la atención en las dificultades físicas por duras que están puedan ser. Seguro que no es un camino fácil, pero es el único que deja intacta la dignidad y que permite continuar con lo que se debe hacer a pesar de lo que ocurra en lo físico. El cerebro puede educarse en dirigir su atención por encima del nivel físico, y enfocarse en niveles mentales, dejando que el cuerpo funcione con sus automatismos naturales que se sitúan por debajo del umbral de la conciencia.

El desapego emocional es un paso más difícil, pero no imposible. Las reacciones emocionales no se deben cortar, porque se reproducen con mayor virulencia; deben ser simplemente reconocidas, vividas y toleradas, pero sin que constituyan una limitación. Sin luchar contra ellas pierden su fuerza y poco a poco se van desvaneciendo. Con respecto a los demás, conviene tener bien presente que las responsabilidades de los demás no son responsabilidades tuyas. Nuestra única responsabilidad es darles fortaleza y desapego.

El desapego emocional se cultiva sin centrarse en sí mismo, sin desear nada para el pequeño yo, eliminado la autoconmiseración, y considerando que nada que produzca reacción, dolor o angustia al cuerpo emocional, tiene importancia. Todo pasa por acostumbrarse a sufrir con desapego, sabiendo que el alma no sufre en absoluto, en la disposición de renunciar a la carga de emociones y pensamientos inservibles y lastrantes. Depapegarse es aligerar esa carga. El problema no consiste en eludir las dificultades, sino simplemente en ser indiferente, existan o no. Desapego es lo único que, con el tiempo, permite que todas las percepciones de los sentidos ejecuten sus legítimas funciones. Cualquier cosa de la que puedas desapegarte puedes tener la confianza total en que no te hará daño.

Conviene estar atentos y esforzarse para mantenerse libre de identificarse con lo que creemos ser. El arte reside en cultivar la actitud del observador y del vigía silencioso, en vigilarse a sí mismo y a la vida diaria sin exabruptos, relajadamente, fluyendo de forma natural. Hay que desapegarse sobre todo de aquello que se consigue, a lo que no hay que dar importancia, guardar silencio y no hacer ostentación de lo logrado, porque hablar anticipadamente y en exceso destruye lo que se crea y corta la vena creadora anulando la inspiración. Cuanta menos personalidad hay en todo el proceso creativo, más auténtica es la obra creada. El desapego mental y silencioso te eleva a un taller de creación pleno de paz y energía.

El sentido de lo personal se debe a que el conocedor se identifica con el instrumento del conocimiento. Muchas ideas muy estimadas, cualidades difícilmente adquiridas, virtudes cuidadosamente nutridas y creencias poderosamente formuladas, militan contra la impersonalidad. La falta de desapego de la personalidad es la causa real del espejismo. Fomentar la impersonalidad se consigue aprendiendo a ser más impersonalmente personal.

El desapego tiene lugar a través de una expansión de conciencia, a medida que el alma controla sus vehículos, al comprender que no somos ese cuerpo físico, estas reacciones emocionales, estas construcciones de nuestra mente; que el ser humano verdadero es quien está detrás de todo ello, quien está usando esos vehículos para su expresión.

 

La conciencia despierta es el “baño” del espíritu, así como el desapego es el “baño” de la mente. El cuerpo mental es la vestidura de la conciencia.

Conciencia, mente y cerebro son algo separado, aunque conectados entre sí. Tenemos un vehículo llamado mente, y otro vehículo llamado cerebro, que pertenece al cuerpo físico, y que puede dar voz a los pensamientos a través de la laringe. Todo esto está interconectado a través del sistema nervioso. La conciencia es el atributo del alma, mente y cerebro son conductos, vehículos para su manifestación, y no existe una brecha o separación alguna en sus lazos de interconexión.

El cerebro es como un ordenador maravilloso, increíblemente sensible e intrincado, que recibe toda la experiencia procedente del alma a través del plano mental. A este ordenador se le suministra toda información, y todas las reacciones del sistema nervioso, del cuerpo astral, y del cuerpo físico, son igualmente suministradas al cerebro.

El sistema nervioso envía señales al cerebro, que registra esta información desde todos los niveles. De manera que el cerebro es un instrumento extraordinario, pero es físico. Tiene que ver con el plano físico, con el cuerpo físico, y desaparece con la muerte. Quien usa la mente es el pensador; el usuario del cerebro es el pensador, el alma, el yo transpersonal, el ego, o como quiera que prefiramos llamarlo. A medida que nos identificamos cada vez más con el pensador, nos vemos imbuidos de la conciencia del pensador.

Cada uno interpreta lo que percibe, lo que lee, lo que experimenta según su estado de conciencia. Toda interpretación depende del punto de vista del intérprete y del nivel en el cual actúa su conciencia. A medida que nos identificamos con los aspectos más superiores de nuestra vida, nos vemos imbuidos de su naturaleza. Nuestra conciencia crece y se expande.

La conciencia del alma es impersonal, inclusiva y sintética. Ilumina. La conciencia cerebral tiende a ser personal, exclusiva y analítica. Separa y limita la expresión del alma. La conciencia cerebral es necesaria para organizar la existencia del plano físico. La conciencia del alma revela el propósito y el significado que hay detrás de esa experiencia.

Conciencia es el resultado de la unión de los dos polos, espíritu y materia, constituye el alma de todas las cosas. La conciencia depende de su vehículo de expresión, y ambos, de la vida y de la energía, para existir. La percepción de una característica, de una cualidad, y de una forma objetiva, depende de que el perceptor posea características, cualidades y capacidades objetivas similares. Existe una conciencia del cuerpo; existe un mecanismo sensorio que registra las reacciones del medio ambiente; existe una conciencia de los estados de ánimo, de las reacciones mentales al mundo de las ideas; existen niveles de conciencia más y más elevados hasta abarcar todo el cosmos. El Universo es un enorme conglomerado de estados de conciencia.

La conciencia despierta es lo único que te libra de la ilusión. Eso proviene de experimentarse como un alma. Cuando te experimentas como un alma, te comportas como un alma y dejas de construir las fantasías de la ilusión, y vuelve la claridad a tu vida. La calidad de la experiencia del mundo depende de la conciencia despierta consciente, que a su vez depende de la calidad del instrumento de conciencia despierta, de los vehículos, físico, emocional y mental. La conciencia despierta es el resultado de la acción de la conciencia misma. El cerebro físico, a través de su mecanismo, permite que se perciba esa conciencia. La conciencia despierta es el reconocimiento de que estás experimentando algo. La conciencia es la facultad del alma que nos vuelve conscientes, que nos otorga el proceso de la conciencia despierta. Es a través de la conciencia despierta consciente que experimentamos la vida, no a través de la información

La conciencia no puede expresarse más que a través de un vehículo. Es el resultado de la vida y de la energía, y necesita un vehículo mediante el cual expresarse o manifestarse. El instrumento a través del cual lo hace es nuestra personalidad, con sus tres cuerpos. Por tanto la manera de producir o de incrementar la conciencia despierta es refinar la sensibilidad de estos cuerpos, dejando atrás la conciencia del yo separado.

 

Meditar es entrar en contacto con el alma, y cualquier técnica o actividad que te conecte con el alma es meditación

Se medita a través de la mente, aquietando el cuerpo mental. El proceso de meditación lleva una serie de etapas que presentan una clara sucesión: concentración, meditación, contemplación, iluminación e inspiración. Llegar a las primeras etapas es ya un logro destacable, y a partir de ahí no hace falta seguir orientaciones ya que el alma encontrará la forma de dirigir todo el proceso.

La meditación no es dejar la mente en blanco, sino dejar la mente en paz. Para meditar no es necesario ni dejar de pensar ni dejar la mente en blanco. De hecho, en la meditación y en el día a día, los pensamientos no nos atrapan, somos nosotros los que los atrapamos con nuestra atención.

El propósito de la meditación es alinear el cerebro físico y la personalidad con el alma, y ello tiene lugar en el plano físico donde habita la personalidad, que se verá gradualmente infundida de la energía y cualidades del alma.

El espacio meditativo es difícil de describir, y solo puede ser comprendido por la mente abstracta. Es limpio, pleno de luz y energía, pero sin grandes sensaciones. Es mucha percepción y poca o nada sensación, ya que sentir la energía no es necesario para meditar, y solo se percibe en determinados tipos de cuerpos. El espacio meditativo es silencioso, aunque el oído detecte vibración sonora; está irradiado de plenitud sin densidad, de transparencia, de inmensa presencia de vida sutil. No es fácil entender la meditación a través de palabras, porque su comprensión solo pertenece al mundo de la experiencia.

La correcta meditación genera un proceso de transmutación y liberación que ocasiona un gran cambio interno, elevando el nivel de vibración. La verdadera meditación es vivir en el estado de conciencia despierta del Ser. Es una experiencia, momento a momento de la auténtica esencia del ser humano.

Meditar facilita el autocontrol interno y el equilibrio emocional, contribuye a la relajación mental y aumenta notablemente la relajación física.

La práctica de la meditación eleva el nivel de conciencia, y tiende a pasar al consciente algunos elementos bloqueados en el inconsciente, lo que los libera y dejan de perturbar la armonía emocional y mental en la que todos deberíamos vivir.

Por medio de la meditación se ajusta el sentido geométrico de la proporción, se reconoce claramente el sentido de los valores y, mediante tal reajuste y reconocimiento, se disipa la ilusión y se conoce la realidad. Pensar correctamente es pensar sin ilusión, que no es lo mismo que meditación. Meditar correctamente, es liberar tu mente de ilusión, porque aclara la mente y tiende a alinear cerebro y alma.

Moverse más allá del proceso de pensamiento es abrirse a la meditación. La meditación no controla la mente, la libera de condicionamientos y apegos, y los pensamientos que llegan no se adhieren, no se acumulan, por falta de atención. No se sofoca la mente ni se busca pensar o no pensar, simplemente se enfoca la atención en la concentración y se impide que deambule sin control. Ir más allá del pensamiento no es sofocar el pensamiento.

La mente, estando quietada y pasiva durante la práctica de la concentración y la meditación, se convierte en el reflector “ de lo que está arriba y de lo que está abajo”. A su debido tiempo la intuición reemplazará a la mente y la percepción espiritual directa tomará el lugar de la percepción mental.

 

La telepatía es una comunicación mental directa entre una mente y otra, y su expresión más avanzada es la comunicación entre un alma y otra, empleando después la mente para formular la comunicación,

Hay muchos niveles de telepatía. El nivel desde el plexo solar es instintivo y natural, y accidental, y es de tipo astral; es el tipo de telepatía animal. Este poder de impresionar no está controlado; tampoco existe una percepción intencional de un mensaje dirigido; sólo se sintoniza una condición y situación vinculada con quien se considera que dirige el mensaje. Suelen ser mensajes densos asociados a emociones intensas que producen efecto sin que el receptor posea capacidad para inducir la recepción del mismo. Un ejemplo de ello sería el de la madre que presiente que su hijo está en peligro. De carácter un poco más elevado sería una especie de clarividencia que permite ver lo que está oculto, como los símbolos ocultos de un naipe dado vuelta sobre una mesa.

Hay un tipo de telepatía mental que todos compartimos, todos estamos bombardeados por los pensamientos de los que nos rodean. Tenemos un proceso de selección que nos permite percibir sólo una porción de ellos El plano de la mente, el cinturón-mental, es infinito en extensión y sirve como el conducto de toda experiencia mental. Algunas personas tienen la capacidad de conectar con el cinturón mental y recoger todo tipo de ideas y pensamientos, muchos de ellos ilusorios y carentes del más mínimo interés evolutivo.

Hay otro tipo más elevado de telepatía, que impresiona el cerebro a través del alma, tanto del alma propia como del alma de otro ser humano, con una percepción intuitiva a través de la mente superior.

El desarrollo de la sensibilidad telepática, debería ser, y es, un desarrollo normal y natural cuando la mente se halla correctamente orientada y está aprendiendo a descentralizarse, creando un aura magnética sobre la cual pueden actuar las impresiones más elevadas.

La sensibilidad telepática se cultiva practicando la inofensividad de pensamientos y de palabra; negándose a pensar mal o a censurar, sobre todo a las personas que sirven al mundo en grandes puestos de responsabilidad; y guardando silencio de todo lo que hacemos, para evitar desbaratar las delicadas formas mentales que estamos tratando de construir.

Para obtener éxito en el trabajo telepático, la cualidad necesaria es el desapego y el amor verdadero, sin sentimientos innecesarios, que convierten al amor en otro cosa.

 

La intuición es la luz del alma trabajando directamente a través de la mente. La intuición hace contacto con las nuevas ideas y las revela. El mundo abstracto, les da forma y substancia, es para la forma mental oportunamente creada, lo que el cuerpo etérico para el vehículo físico denso. El pensamiento concreto, produce la concreción de la forma mental y así pone la idea a disposición de la humanidad.

La ilusión es disipada, rechazada y eliminada mediante el uso consciente de la intuición. El alma disipa la ilusión, empleando la facultad de la intuición. La mente iluminada disipa el espejismo. La mente revela lo real. La intuición es principalmente el desarrollo de la sensibilidad y de la respuesta interna al alma.

No se trata de expandir el cuerpo mental sino de entrenar la intuición, cuya primera simiente es la imaginación, pero libre de sueños y proyecciones mentales. La diferencia entre intuición y ensoñación reside en su capacidad de revelar. La ensoñación satisface un sueño, una forma mental, un anhelo, un deseo. Mientras que la intuición, si es verdadera intuición, siempre revela algo. Si no es reveladora, entonces no es intuición. El alma sin obstrucciones en su propio plano puede revelar. Conoce el amor y la revelación, y sabe sin pensar. Esa es la esencia de la intuición. El alma no tiene que pensar. Ya sabe.

La mente racionalista puede ingeniárselas con los efectos de la vida y la mente concreta inferior de la personalidad. Cuando el alma funciona sin limitaciones, entonces la intuición toma el lugar de la racionalización. Cuando la intuición está funcionando, sabes porque sabes. No tienes pensamientos sobre eso, sencillamente sabes que es así.

¿Cómo sabes que es intuición y no ilusión?. Por experiencia. Porque funciona. Porque ilumina. Porque se ajusta a las enseñanzas dadas durante miles de años y no es una fantasía. Pero hay que aprender a distinguir entre pensamientos abstractos e ideas intuitivas. Reconocer la intuición es una cuestión de experiencia, lo reconoces a través de la experiencia desapegada. Siempre encontrarás que la respuesta del alma, desde el punto de vista de tu personalidad, es completamente impersonal y objetiva. No tiene en cuenta gustos y aversiones. Es altruista y no crítica. Si hay involucrado crítica, diferencias de personalidad, gustos y aversiones, entonces sabes que no proviene del alma, o del corazón como a veces se suele llamar. Si es del alma, tienes una intuición de clara precisión aunque a menudo llena de dificultades. Si está en contra de las inclinaciones naturales de tu personalidad, si es difícil y si es una intención bien definida de correcta acción, entonces puedes confiar en ella, sobre todo si es para el bien del mundo, de la sociedad, del grupo, aunque no sea agradable para ti como personalidad; entonces es probable que provenga del alma más que de la mente.

La intuición es el reconocimiento de la realidad, que solo se hace posible cuando desaparecen el espejismo y la ilusión. Una reacción intuitiva a la verdad solo puede tener lugar cuando se logra aquietar las tendencias de la mente a divagar  y a crear formas mentales, para dejar así que la luz pueda fluir desde planos superiores, de forma directa y sin desviarse distorsionando la realidad.

Para dejar paso a la intuición es preciso ser impersonal y liberarse de las reacciones de la personalidad, de sus hábitos y automatismos. Cuando la conciencia se ilumina por la luz de la intuición, se clarifica la visión y se puede ver la realidad con sencillez, sin ningún tipo de obstáculos. Entonces puede captarse el mundo de las formas en su correcta dimensión, y se puede comprender e incluso ver, el continuo circular de las energías que sostienen la existencia.

 

Pensar con amor es una buena forma de amar y de pensar. Pensar con amor es posible con una mente abierta, ágil, despejada, luminosa, y dispuesta siempre a irradiar un pensamiento feliz.

El camino para liberarse de los condicionamientos mentales es un camino hacia la libertad. La libertad exterior está condicionada por la libertad interior. La libertad es un estado mental. Llega un momento en que todo lo que nos ocurre a lo largo de la vida deja de interpretarse desde el prisma emocional, tan propenso a espejismos, y pasa a valorarse e interpretarse a través de la mente, por lo que por encima de lo que nuestro destino nos depara, se sitúa el poder de la mente que puede liberarse de las situaciones más adversas.

La clave para que la mente sea poderosa no es un cuestión de fuerza  y determinación. La sencillez nos lleva a elegir las interpretaciones de la realidad más simples dentro de las posibles; nos indica los senderos en los que el espacio mental se expande con mayor facilidad y deja pasar la luz y los pensamientos claros y puros. Desarrollar la capacidad de análisis amoroso nos lleva a observar y ser conscientes de nuestros procesos mentales, pero con amor, para evitar la densidad de la concreción, y permitir que aflore la intuición.

El amor es el gran unificador, pero la mente es el factor creador principal que utiliza las energías del cosmos. El amor atrae, mientras que la mente atrae, repele y coordina, de manera que su potencia puede ser enorme. El progreso evolutivo se encamina hacia un tiempo en que la humanidad actuará desde la mente, por encima de las emociones; la inteligencia será más fuerte que el deseo, y se utilizarán los poderes mentales para atraer y guiar al mundo, tal como se emplean hoy los medios físicos y emocionales. El amor es el mejor preventivo para evitar que surja cualquier ofuscación o inflexibilidad en la percepción. El amor reequilibra todo por sí solo. El poder curativo del amor no tiene límites.

La mente produce cohesión, por medio de una forma y así hace posible la existencia objetiva en el plano físico. La mente es el factor inteligente activo que permite a un ser humano usar inteligentemente una forma o vehículo y perfeccionarla y utilizarla; cosechar el beneficio de la experiencia; avanzar hacia una meta específica; elegir la dirección hacia la que ha de orientar su actividad; expandir la conciencia. La mente es la llave de acceso al reino del alma, y facilita la expresión de sus cualidades espirituales.

La mente es un instrumento capaz de una doble función: registrar contactos en dos direcciones y transmitir tal conocimiento al cerebro desde el alma, o al alma desde el ser inferior. Cuando la mente está activa y en armonía con el alma, puede extraer y extrae energía del alma y la pone rápida e inmediatamente en relación con el cerebro. Se puede llegar a un entendimiento del alma mediante el uso correcto de la mente, y comprender el espíritu y su naturaleza a través del alma y sus cualidades. La mente, en sus diversos aspectos y empleos, puede revelar las cosas que conciernen a la objetividad; pero únicamente la identificación con el espíritu puede revelar la naturaleza y el mundo del espíritu. La energía del alma se transmite al mundo objetivo dirigida por una mente iluminada.