La respuesta está en el viento

“The answer is in the wind”, (“la respuesta está en el viento”), como intuyó Bob Dylan en su celebre canción en aquellos años dorados de sueños y utopías. Es mucho más que una frase poética, encierra un preciado mensaje para quienes cultivan el don de observar y escuchar.

Somos parte de la naturaleza, estamos creados con su permiso y con sus elementos. Ella es nuestra casa, nuestro hogar, nuestro alimento. Los cuerpos: físico, emocional y mental, que constituyen la personalidad, están construidos con elementos naturales: tan sólidos como los minerales, tan fluidos y volátiles como el agua, tan sutiles como el prana, la energía que todo lo inunda. Necesitamos respirar permanentemente el aire que todo lo envuelve. Si hay algo evidente es que somos parte de un todo inmenso, somos una pequeña célula de un gran organismo

Si la naturaleza es nuestra casa y nuestro entorno de vida, permanecer en armonía con ella no es solo un bonito ideal, es lo más inteligente que podemos hacer, es un deber inexcusable, porque tratar a la naturaleza con respeto es tratarnos con respeto a nosotros mismos. El hecho de no ser consciente de que formamos parte de la vida de este planeta, no impide una realidad evidente: cada instante de nuestra existencia lo hacemos en total conexión con el entorno natural que nos rodea, de ello depende nuestra existencia.

Deberíamos sorprendernos por vivir a espaldas de lo que somos y de lo que formamos parte ineludible, y no vale de excusa haber perdido el contacto directo con paisajes naturales o por vivir en grandes ciudades invadidas por la torpe y artificial forma de construir edificios y espacios insalubres de dudosa belleza. La naturaleza se irradia en los entornos naturales y también entre ámbitos urbanos, aunque pierda intensidad. Necesitamos respirar aire continuamente, a pesar de que no sea el más limpio. En un simple parque en medio de la ciudad se puede aún captar el espíritu de lo natural, se puede sentir el efecto reconfortante de un paseo, disfrutar del canto de los pájaros, de los colores de árboles y jardines; algo que se esfuma ante la densa presencia del hormigón y el asfalto y reduce al mínimo los iones negativos (de efectos muy positivos), que no son fáciles de encontrar en las ciudades y que sin embargo abundan en parajes naturales, sobre todo con abundancia de agua y de aire limpio. Tienen un efecto directo sobre nuestros cuerpos: son curativos y sanadores para el cuerpo físico, armonizan y estabilizan las emociones, dan paz y tranquilidad a la mente, y dejan a la personalidad en las mejores condiciones para acercarse al alma.

 

Nuestra naturaleza corporal es bien conocida: átomos, moléculas, células, órganos, piel, estructura ósea, vasos sanguíneos, sistema hormonal, sistema nervioso…, un fantástico conglomerado que fascina a quien se para a tomar conciencia de una creación tan maravillosa. Esa es su parte objetiva, la que se ve y se puede demostrar con un mínimo de ciencia. Pero existe mucho más. Sustentando y dando forma al cuerpo físico visible está el cuerpo etérico, energético, la verdadera forma sustancial, la estructura, el armazón, al cual se amolda necesariamente el cuerpo físico objetivo, que es simplemente el material para llenar esa forma.

El ser humano respecto al plano físico es esencialmente un ser etérico y su cuerpo físico denso es considerado, desde un punto de vista espiritual, como que se halla debajo del umbral de la conciencia y no constituye un principio. Está condicionado, pero no condiciona. Es la manifestación de la vida de la personalidad o la expresión triunfante de la energía del alma. La vida de la forma se presenta en muchas manifestaciones. El plano físico contiene desde los cuerpos más densos, hasta varios niveles etéricos que por ahora la ciencia solo acierta a intuir. Invisible no quiere decir inexistente, o carente de alma. El proceso evolutivo desvelará con sencillez, a su debido tiempo, lo que hoy son misterios insondables.

La constitución humana tiene otros cuerpos compenetrados con el físico, como son el cuerpo emocional o astral y el cuerpo mental, que en su conjunto formal la personalidad. Son los vehículos para la expresión del alma en el plano puramente físico.

El cuerpo astral es un conglomerado de fuerzas que penetran en la conciencia en forma de deseos, impulsos, anhelos, caprichos, determinaciones, incentivos y proyecciones. Es el espacio en el que actualmente está focalizada la mayor parte de la humanidad.

El cuerpo mental es la vestidura de la conciencia y abarca un amplio campo, mucho más allá del cerebro, que es solo su herramienta física de expresión. A través del sano discernimiento y discriminación de una mente limpia se libera de la constante preocupación de las circunstancias y problemas personales. Esta liberación mental permite el acceso a zonas de libre percepción mental que hacen posible la sensibilidad superior.

La naturaleza astral y mental es fácil también de comprobar, dentro del campo de investigación de nuestra moderna ciencia, aunque la palabra “cuerpo” es muy engañosa e inadecuada. Produce en la conciencia la idea de una forma definida y de una figura específica. Conviene desarrollar una capacidad imaginativa que no se ciña estrictamente a lo visible y lo tangible, y deje espacio a cierto margen de abstracción.

Sustentando y dando vida a la personalidad y a sus cuerpos se encuentra el alma que compenetra todo el conjunto, abriendo las puertas hacia la expansión del espíritu. La mente humana, con el adecuado empleo de sus diversos aspectos y cualidades, puede revelar las cosas que conciernen a la objetividad; pero únicamente la identificación con el espíritu puede revelar la naturaleza y el mundo espiritual, y asegurar la fusión de la energía del alma con la fuerza de la personalidad. Son los obstáculos generados en los cuerpos, sobre todo emocionales y mentales, los que crean un aura nebulosa y espesa, a través de la cual el alma no puede penetrar, y no se puede manifestar el amor natural que debe irradiar todo ser humano en perfecta armonía con su entorno. Para liberar al alma de la esclavitud de la vida de las formas se precisa desarrollar el desapego y lograr subordinar la personalidad a los impulsos superiores. El desapego acaba consiguiendo que todas las percepciones de los sentidos ejecuten sus legítimas funciones.

La consistencia e integridad corporal no puede existir sin la naturaleza que la arropa y da vida, sin el medio ambiente del que es una parte consustancial, al margen de que este gigantesco misterio pase desapercibido por la habitual inconsciencia humana. Es una evidencia que se puede desvelar cuando se intenta penetrar en el mundo natural sintonizando con la frecuencia de sus ritmos y armonías.

Tener contacto con la naturaleza, no solo es terapéutico y medicinal, sino que debería ser una constante en la vida cotidiana de todo habitante de la tierra que se precie, porque es un alimento que nuestros cuerpos necesitan para brillar mejor; por el bienestar que otorga sin pedir nada a cambio; porque libera de la presión y el estrés de las vidas agitadas que acostumbramos a llevar; porque nos hace un poco más alegres y felices.

En todo paseo y contacto por un entorno natural se recibe mucho más de lo que se busca. Respirar aire puro, caminar por los campos y las montañas, seguir el curso de un río o un lago, pasear por una playa ante el mar azul, tal vez mojando los pies o acompañado de un buen baño, sentarse junto a unos árboles, disfrutar de los olores de la flores, de los sonidos del bosque, trabajar en el jardín o en la huerta, tocar las hojas, las piedras, la tierra…; todo ello nos abre hacia lo positivo, expande los pulmones y libera nuestros canales energéticos, eleva el estado de ánimo y despeja la mente dejando paso a la luz.

Los árboles en particular encierran grandes misterios, accesibles a todo ser humano receptivo capaz de vibrar en frecuencia natural. Puedes hablar a un árbol, desde luego no entiende tu idioma, pero capta el sonido y la vibración de tu ser, y te responde en su lenguaje silencioso de sutiles mensajes llenos de energía. Tocar los árboles, abrazarlos, apoyar la columna en su tronco, es una forma de captar su aura, sus energías benéficas. Las plantas también se comunican con facilidad. Son muy sensibles a nuestra presencia y nuestros estados de ánimo: les cuesta crecer y desarrollarse en ambientes tristes o depresivos, y dan sus mejores flores y aromas en ambientes alegres. Es también conocido la enorme cantidad de efectos sanadores y medicinales de las hierbas, hojas, flores, raíces…, con las que tenemos una deuda enorme de eterno agradecimiento.

Siempre es posible expandir el espacio físico en el que habitamos y hacerlo más natural. Hay que tratar de vivir en una casa con amplias ventanas que dejen pasar la luz y el sol, cuartos grandes con pocos muebles y enseres. Buscar momentos y tiempos para observar el cielo que siempre esta sobre nosotros, con los paisajes celestes cambiantes cada día, cada hora, con sus nubes, colores y destellos, su azul inmenso, su magia al amanecer y al crepúsculo, las noches de luna o llenas de estrellas. Ir a caminar con frecuencia por valles y montañas o junto al mar, y si no es posible por el parque o los campos cercanos. Observar los árboles y las plantas, sus caprichosas formas, los juegos de luz y colores de sus hojas. Aprovechar la magia del contacto con el agua, con ríos, cascadas, o pequeñas fuentes; dejar que sus melodías nos invadan. Respirar intensamente el aire fresco y puro. El contacto con la naturaleza rompe las paredes de sí mismo y libera de los límites que nos aprisionan: expande el alma.

Hay momentos en los que resulta fácil sentir la naturaleza, como en un día precioso, soleado, sin viento, de los que apetece sentarse a dejar que te acaricie la suave brisa, con absoluta tranquilidad. Es entonces cuando se puede establecer un nexo de unión, dejando de ser espectadores pasivos, y pasar a ser parte de nuestro maravilloso mundo. Somos naturaleza, nos lo dice la ciencia y el sentido común, respiramos su aire sin descanso, nos nutrimos de ella, estamos hechos de los mismos elementos, caminamos juntos, y sin embargo perdemos la conexión a la menor interferencia. Es ese sentido exacerbado y desproporcionado de sí mismo, que nos roba, sigiloso, la genuina sensación de libertad, que descubres cuando saltas más allá y superas la inercia hacia la separatividad, esa percepción de la individualidad que nos hace creer que no pertenecemos a nuestro alrededor, y fuerza a una insana tendencia al aislamiento. La naturaleza hace justo lo contrario, es unión en estado puro, todo interconectado, dependiendo entre sí. Solo los insensatos humanos no cumplimos nuestra parte en este guion natural, y eso que hacemos ostentación de ser los más inteligentes. Sería tan fácil, al menos en teoría, vivir en un presente de unión y armonía con la naturaleza, porque en nuestras mentes se oculta dormido un insaciable deseo de ver la verdad, que se activa al amar la naturaleza y dejar que te inunde su belleza y sus cualidades, que nunca te fallan.

Nuestra naturaleza humana es un microcosmos dentro del macrocosmos de la madre Tierra. El microcosmos revela la naturaleza del macrocosmos. Todo lo que afecta a la Tierra afecta a los seres humanos, y todo lo que afecte o estimule a la humanidad a una actividad progresiva, tiene un inevitable efecto sobre los tres reinos inferiores de la naturaleza. El género humano es a su vez el macrocosmos de otro microcosmos inferior; los reinos mineral, vegetal y animal. La naturaleza sostiene la vida de todos los seres.

 

Las energías y las fuerzas constituyen la suma total de todo lo que es, la esencia y el eje dinamizador de toda vida natural. Las fuerzas son energías limitadas y aprisionadas dentro de una forma de cualquier tipo -un cuerpo, un plano, un órgano, un centro-; las energías son corrientes dirigidas desde una forma mayor o más incluyente y desde un plano más sutil, que hacen impacto sobre esas fuerzas aprisionadas.

Sabemos, como dicta la famosa ley de la termodinámica, que la energía ni se crea ni se destruye, únicamente se transforma. La vida es indestructible y no puede quitarse ni destruirse, sino que “pasa” de una forma a otra, de una experiencia a otra, en un continuo camino evolutivo. En realidad, sólo hay energía que considerar y fuerzas que resisten o asimilan tipos de energía superiores o diferentes.

En la ciencia esotérica se emplea la palabra energía para expresar la actividad viviente de los reinos espirituales y de esa entidad espiritual que es el alma. Se emplea la palabra fuerza para expresar la actividad de la naturaleza de la forma en los dominios de los diversos reinos de la naturaleza. El estímulo podría ser definido como el efecto que produce la energía sobre la fuerza.

El espíritu es materia en su más elevado punto de expresión, y la materia es espíritu en el más inferior. Materia es el vehículo para la manifestación del Alma en este plano de existencia, y Alma es el vehículo en un plano superior, para la manifestación del Espíritu, y los tres son sintetizados por la Vida que los compenetra a todos. El avance evolutivo impulsa a elevar hacia la luz a las energías inferiores y, al mismo tiempo, hacer descender las energías superiores a la expresión corporal.

 

El Sol, nuestra preciosa estrella, es la principal fuente de energía que da vida a nuestra amada Tierra. Muchos tipos de energías pueden llegar provenientes de otros sistemas solares y de otras constelaciones, pero la presencia de la energía de nuestro astro rey es tangible, una evidencia objetiva que nos afecta directamente y a todo lo que irradia.

Hubo un tiempo en el que los humanos adorábamos al Sol, y tal vez no éramos tan primitivos. Es el eje de nuestro sistema solar, la fuente principal de energía también de los demás planetas del sistema, el foco de luz que todo lo anima. Todo gira a su alrededor y continuamente irradia su poder y sus energías en todas las direcciones. Todo el mundo sabe que el sol tomado sin excesos es bueno y saludable. Lo que la gente suele ignorar es el enorme poder curativo de la luz del sol, tomada sin excesos. Es un gran regalo, tal vez por el simple hecho de formar parte del mismo mundo. Son notables y conocidas sus propiedades curativas para el cuerpo físico, pero no es tan conocido su efecto sanador sobre determinados estados emocionales. La luz del sol es el mejor antidepresivo que existe, además es accesible, gratuito, fácil y sencillo de aplicar y asimilar. Los rayos del sol energetizan el cuerpo etérico y ese aumento de energía influye en la reactivación del sistema nervioso y hormonal afectando al cuerpo físico y al cuerpo emocional.

La visión nocturna del cielo estelar invita a traspasar a esa realidad paralela que parece esconderse tras tanta inmensidad. En la contemplación de la inmensidad de las estrellas se intuye una oportunidad para romper límites y ampliar la percepción y la perspectiva. El Universo contiene todas las respuestas, que se reflejan en todas las partes de su creación, pequeñas o grandes, y es a través de la contemplación, tanto del macrocosmos como del microcosmos, como se desvelan los mundos ocultos, como se pasa de lo esotérico a lo exotérico a través de la evolución de la conciencia

Habitamos un bello planeta azul del que tanto nos cuesta formar parte. Lo llamamos Tierra, aunque su mayor parte sea de agua. No es el centro del universo, ni del Sol, que le irradia y le da vida. Tal vez un punto insignificante de la galaxia, pero es un lugar mágico, único, irrepetible. La Tierra gira sobre su eje y se mueve alrededor del Sol. El sistema solar gira también sobre su eje, en un sendero orbital alrededor de su centro galáctico, acompañando al devenir de otras constelaciones. Este centro forma parte a su vez de una gran rueda cósmica. Toda la bóveda celeste está en movimiento girando y viajando a velocidades de vértigo.

Toda forma de vida, incluidos los planetas y los soles que a la noche son estrellas, se construyen con materia universal provenientes de constelaciones anteriores, que un día abandonaron el plano físico, y dejaron un bello rastro de polvo estelar. El ser humano contiene en sí mismo todos los elementos que se encuentran en el universo. Somos parte del planeta, del sistema solar, del Todo. Una inmensa red de energías todo lo compenetra. El sentido de separación es un cruel espejismo, que aísla, daña y rompe la armonía natural del Universo, que a su vez es nuestro verdadero estado natural. Hacía ese estado debe enfocarse todo camino evolutivo, hacia ese ansiado paraíso.

 

La naturaleza debe ser respetada y cuidada. Es un principio inexcusable, una obviedad. Dañar su grandiosidad es un acto depravado y desolador. La naturaleza siempre vela por la preservación del universo, pero por alguna razón, difícil de comprender, los humanos somos los únicos seres que habitan este precioso planeta, capaces de destruir nuestro propio hogar, con la tragedia y la inconsciencia que significa esa locura. Solo la especie supuestamente más evolucionada producimos basura que la naturaleza no puede procesar. Invadimos el agua y la tierra, y la convertimos en zonas residuales, haciendo además un infierno para plantas y animales. La naturaleza no es esa cosa a la que exprimir, o un simple espacio para pasear o hacer turismo, es nuestro hogar.

Cuando falte aire para respirar, que ya es un gran problema en muchas ciudades, nos daremos cuenta de que la economía no era lo más importante. Es profundamente incorrecto y equivocado tratar a la tierra como si fuese un negocio del que lucrarse sin control. Todo lo que hacemos en nuestro día a día, nuestros hábitos de consumo y la forma en la que nos relacionamos afecta de un modo u otro a la salud del planeta. No es lo esencial el culto crecimiento económico, el PIB o los beneficios. Esa ansia devoradora nos lleva a un futuro incierto y arriesgado. Conviene no pasar por alto que cuando saqueamos y contaminamos el entorno natural lo hacemos también con nuestro cuerpo físico, con nuestro cuerpo emocional y con nuestro cuerpo mental. Va implícito en el mismo paquete, todo está relacionado. Somos un conjunto de cuerpos en conexión directa con el medio ambiente en el que se sostiene y sustenta, es lógico que suframos las consecuencias de nuestras agresiones.

La tierra ofrece lo suficiente para satisfacer las necesidades humanas si cuidamos de ella, pero debemos tomar conciencia de nuestra responsabilidad individual, sin esperar a que llegue alguien a salvarnos. Serán las propias decisiones de cada habitante del planeta las que cambien este círculo vicioso, forzando incluso a los políticos y los gobiernos para preservar el entorno natural.

Estamos de paso, la tierra que compartimos nos ha sido dado en confianza. Cada acto y decisión respecto al entorno que nos rodeaos rodean, deberían ser tomados con el objetivo de preservarlas de las generaciones que están por llegar. Dice un viejo proverbio indio americano: “No heredamos la tierra de nuestros ancestros, la tomamos prestada de nuestros hijos”.

Mucha gente busca a un Dios invisible y no acierta a darse cuenta que la naturaleza visible es su manifestación objetiva más impactante, su obra suprema, que se muestra continuamente ante nuestros sentidos. Si amas la vida empieza por amar a la del planeta. Crea una relación de amistad con todos los seres vivos y esa armonía se convertirá en la constante de tu vida.

 

La belleza es parte esencial de la naturaleza, una de sus cualidades de expresión, al alcance de los sentidos y percepciones humanas.

El concepto de belleza tiene diversas acepciones y ha sido motivo de muchas reflexiones y discusiones filosóficas. Se define a la belleza según la mente que la trata de observar y comprender. Hay quien la considera una experiencia sensorial que procura sensación de placer o sentimiento de satisfacción; o como una cualidad de los entes que los hace sean agradables de percibir; o como el esplendor de la forma a través de la materia. Otras concepciones incluyen definir los objetos bellos en términos de su valor, de una actitud amorosa hacia ellos o de su función, creando cánones de belleza. Algunas de las cualidades que tradicionalmente se han atribuido a lo bello son la armonía, la proporción, la simetría y la perfección. El conocido como número áureo: 1,618033…, es un número algebraico irracional, con una representación decimal infinita y sin periodo, que posee propiedades peculiares y que fue descubierto en la Antigüedad, no como una expresión aritmética, sino como relación o proporción entre dos segmentos de una construcción geométrica, que tienden a la perfección. En la naturaleza, hay muchos elementos relacionados con la sección áurea: la disposición de los pétalos las flores, la distribución de las hojas en un tallo, la relación entre las nervaduras de las hojas de los árboles, o entre el grosor de las ramas principales y el tronco, o entre las ramas principales y las secundarias. Se atribuye un carácter de armonía y estética a los objetos cuyas medidas guardan la proporción áurea.

Al margen de teorías y definiciones, hay un dicho muy extendido en diversos países que dice: “la belleza está en el ojo de quien mira”. Para algunas personas es muy fácil descubrir las flores más ocultas; escuchar la música de la tierra; captar fragancias vegetales; observar detalles de colores y filtros de luz; conectar con la sonrisa de la naturaleza, aun en sus formas menos estéticas o aparentemente imperfectas, pero cargadas de rasgos bellos, plenos de vida.

Los cánones de belleza son subjetivos y se suelen corresponder con las tendencias de cada cultura y de cada época. Por ejemplo, a los cuervos se los consideraba un “pájaro de mal agüero”, unas aves poco agraciadas, incluso por el color negro. Deberían haberse fijado en la forma tan sublime con la que vuelan, en su fortaleza, su capacidad para vivir en grupos, o en su inteligencia; parecen ser las aves más listas del mundo. Hay mucha miopía a la hora de evaluar la belleza.

Con respecto a los cuerpos humanos, como parte que somos de la naturaleza, también hay patrones, sesgos de percepción, cambiantes a lo largo del tiempo. Los Mayas valoraban el estravismo como belleza suprema; Rubens pintaba el prototipo de belleza femenina muy alejado del modelo actual, en el que prima la delgadez, casi extrema. Existen muchos otros ejemplos, además la belleza exterior no es nada sin la belleza interior. La presencia física viene acompañada de corrientes de emociones y frecuencias de pensamientos que una persona sensible puede percibir, y se refleja en el lenguaje corporal. Emociones negativas y pensamientos tóxicos le roban la belleza al cuerpo físico más agraciado. Emociones equilibradas y pensamientos limpios impregnan de belleza a todos los cuerpos. Las almas son siempre bellas, y cuando un ser humano irradia alma, aunque sea en una escala reducida, un aura de luz y belleza rodea sus cuerpos.

La capacidad para percibir la belleza de la naturaleza, incluso en paisajes urbanos, es una cualidad natural que se deteriora por los obstáculos y distorsiones de los vehículos físico, emocional y mental. La belleza esta por todas partes, solo la oculta la pantalla de densidad pensamientos, de deseos, de preocupaciones, de tensiones y ansiedades, que caracterizan el mundo estresado que creamos entre todos, a menudo de forma inconsciente. Los instintos inferiores, sólo son distorsiones -en tiempo y espacio- de la realidad. Se precisa ajustar el sentido de la proporción y de los valores para reconducirnos hacia lo real. Perder la facilidad para conectar con la belleza nos hace envejecer. No dejamos de ver la belleza porque envejecemos. Envejecemos porque dejamos de ver la belleza.

Existen caminos liberadores para redescubrir la belleza y recuperar el tiempo perdido de este gran “don” natural. Cultivando la limpieza emocional y mental nos acercamos hacia el alma y así poder desvelar la belleza intrínseca de las cosas. Aceptar todo lo que ocurre, aquí y ahora, y olvidarse del exceso de sí mismo, libera la belleza oculta de ser y existir. Practicar las cualidades del alma hacen que se reflejen en sus vehículos. Cualidades tan sencillas como la alegría, la inofensividad, el respeto, la empatía, el altruismo, la solidaridad, el espíritu de servicio, la bondad, el amor impersonal, intentar ver a los demás como almas. Tratar de ver con los ojos del alma es ir más allá de las apariencias y establecer relación con el espíritu de todos los seres y todas las cosas. Reflexionando sobre lo bueno, lo bello y lo verdadero, transmutamos nuestros instintos inferiores en cualidades superiores. Es espiritual todo lo que tiende a la comprensión, a la bondad, a aquello que produce belleza y puede conducir a una expresión más plena de las potencialidades humanas.

La naturaleza esta cargada de belleza y del poder regenerador de las energías que la sustentan. En ella no hay nada incompleto o creado al azar, todo tiene su sentido y su aportación a la armonía general. Los mayores avances en ciencia están muy lejos de los logros naturales, de su extrema complejidad en medio de la total sencillez. Un bosque surge de unas simples semillas, así como de solo unas células nacen y crecen seres fascinantes, en medio de una inmensidad que la mente no es capaz de abarcar. La naturaleza alberga “milagros” que son del todo inexplicables para los seres humanos más dotados.

La belleza del mundo se abre paso, en medio del aparente caos, emitiendo sin cesar sus sutiles señales, dulces, atronadoras. La belleza no trae promesas, otorga el verdadero sentido de una vida imprevisible, que fluye en continuo cambio, y da rienda suelta a la alegría natural del corazón. Una antigua afirmación de la Sabiduría Eterna dice: “El amor subyace en todo lo que ocurre en esta época”. Y el amor convierte en belleza todo lo que toca. Si se ama a la naturaleza en todas sus manifestaciones, se encontrará la belleza por todas partes. Amar no tiene fronteras, si amas, amas a todo y a todo respetas, empezando por la magia inexplicable de tus propios vehículos. Mantener el amor a la naturaleza despierta la capacidad de entender el arte y acceder al “don” de crear. Al pensar de verdad, la imaginación emocional se eleva a creativa, nos acerca al espíritu creador del alma, y la vida se hace más plena, fluida, variada, interesante, útil.

Al crear conectamos con la realidad el viejo aforismo tibetano: “Como un hombre piensa en su corazón así es él, porque el corazón custodia el poder de la imaginación”. El pensamiento genera energía en proporción con el poder del pensamiento, cualificada por el tema de reflexión. La naturaleza es una continua fuente de inspiración, que despierta el espíritu creativo, al artista que todos llevamos dentro. La creatividad es una cualidad de la vida que esta presente en todas sus formas de manifestación, y el ser humano, como parte de la naturaleza, también participa de esa esencia. Creativo es todo lo que fluye con la corriente de la vida, sin estancarse, sin intentar paralizar su curso o nadar contra corriente. Creatividad es mucho más que generar formas artesanales o artísticas, es también posible en cualquier expresión de la vida. Se puede reflejar en la formar de mirar, en como se elaboran las emociones, en la forma de pensar y utilizar la imaginación, en la manera de percibir el mundo. Una persona puede ser creativa en cualquier lugar y circunstancia, en su casa, en el trabajo, en la relación con los demás, en la forma de divertirse, en el uso de las palabras y las expresiones corporales.

La práctica de la creatividad despierta la energía y la desbloquea para que circule con libertad por todos los cuerpos; despeja la mente y los estados de embotamiento emocional, y sobre todo deja buenas sensaciones, elevando la autoestima y la motivación. Practicar la creatividad es en realidad hacer arte, se exprese en alguna forma o no. El arte no es patrimonio de seres privilegiados, esta al acceso de cualquier persona que tenga la valentía de lanzarse a crear, a dar rienda suelta a sus intuiciones y arranques creativos, sin importar el resultado, ni lo que otros piensen sobre ello; solo por la intensidad del acto creativo, por la percepción de inmensidad que se puede captar al crear.

Captar el arte es encontrar la forma de penetrar en los mundos creados por el artista. Podemos navegar por la luz y el color de la pintura, por sus formas imposibles, tal vez por la abstracción insustancial; fluir por la plasticidad de la escultura y acariciar sus espacios sin límites; inundarse de los sonidos armoniosos de la música. Hay muchas formas de arte, conocidas o por descubrir. Si se está abierto a la inspiración artística puede llegar en el momento y lugar más inesperado y descubrir arte en lo más insospechado: en el caminar de la gente, al ver jugar a unos niños, ante la actividad monótona y rítmica de un grupo de trabajadores, o tal vez en la soledad más absoluta. La naturaleza es ya en sí misma una gigantesca obra de arte en permanente estado de creación con horario de exposición las veinticuatro horas del día.

Nos convertimos en artistas al saber conectar con la belleza del alma. El auténtico arte es una expresión del alma, y rendirse ante su presencia es una llamada al alma de cada uno, al alma de todas las cosas.

 

La naturaleza es una gran maestra, en ella se integran todas las lecciones que podamos imaginar, y se pueden aprender infinidad de cosas con un buen espíritu perceptivo. Todo el universo repite sus esquemas en distintas dimensiones, que en la vida natural se expresan en infinidad de sistemas. Observar y meditar en la naturaleza da acceso a toda una enciclopedia de sabiduría. Hay lecciones ocultas por todas partes: en el fluir de las aguas de un río, en la vida de las abejas o de las hormigas, en el viento, en el silencio, en la caída de las hojas, en los cambios de estación…, en el fluir permanente de la vida en la tierra. Se pueden lanzar preguntas al aire, al agua, a la tierra, y con una adecuada apertura hacia el sentido interno, ser capaces de desvelar las contestaciones silenciosas del lenguaje de la naturaleza, que va mucho más allá de la conciencia lineal cerebral. Los bosques, las montañas, los ríos y lagos, el mar, son excelentes maestros que pueden enseñarnos más de lo que podemos aprender de los libros.

Las lecciones de la naturaleza son permanentes, duran toda la vida. Son un libro abierto a la verdad, sin límites ni imitaciones, que incluye conocimientos y sabiduría que aún no estamos preparados para comprender. Hay muchos enigmas y misterios esperando a que se desarrolle la comprensión humana y la profundidad de su conciencia.

 

La sencillez es la nota clave de expresión de la naturaleza, que tiende siempre a actuar sin complejidades innecesarias. En ella nada esta de más ni de menos, no se apresura y tampoco se demora, vibra en continuo cambio sin nada inerte, pero se mueve en armonía. Los ritmos naturales no saben nada de estrés o de tensión, son pura paciencia, y encajan bien con el silencio que subyace en los sonidos y la musicalidad de la naturaleza, con una afinación enfocada hacia la frecuencia de la calma y la quietud. La mejor forma de percibir y conectar con lo natural es establecer en la mente un punto de quietud y aprender a centrarse en él, de forma relajada, olvidando inquietudes y excitaciones, dejando paso a la tranquilidad espiritual, sin caer en una quietud estática o estancada.

Caminar de forma pausada, sin necesidad de correr o de hacer deporte, permite abrir los sentidos y facilita entrar en la vibración de la naturaleza para ser disfrutada con calma y tranquilidad. Así la conciencia penetra en el espíritu de los árboles, de las flores, de las montañas. Cada brizna de hierba ondeando al viento irradia paz y bondad. Naturaleza es el cielo, el mar, los bosques, los animales, las llanuras; pero sobre todo es armonía, es arte, sabiduría en la simplicidad y en la inmensidad.

 

Naturaleza es el alma y el Ser, que anima y da vida a nuestros cuerpos, los magníficos vehículos con los que nos movemos en el plano físico. El concepto de plano no solo debe asociarse a la idea de materia o substancia, se debe acentuar el aspecto conciencia, pues es el que infunde vida a la substancia. Plano y estado de conciencia son términos sinónimos e intercambiables. En el plano de la existencia del alma no hay separación ni existe “mi alma y tu alma”. Sólo en el mundo puramente objetivo y físico, donde se mueven los vehículos del alma, puede darse la separación entre cuerpo y alma y establecer una barrera para percibirse como parte aislada de la extensa vida del planeta. Se necesita pasar de una comprensión exotérica del mundo de las apariencias fenoménicas, a una comprensión esotérica del mundo de las cualidades; descubrir que toda forma de vida se sustenta en la cualidad que subsiste en todas las apariencias.

La vida espiritual es el resultado de vibrar en armonía con la realidad; es un estado del ser y no un estado de realización. El concepto de espiritualidad pertenece a todos los seres y a todas las formas de vida. Para la conciencia humana, espiritual es todo lo que la vida te presenta a cada instante, y su respuesta enfocada hacia el progreso y la evolución; es solo una cuestión de correcta orientación y dirección. El verdadero reino de Dios en la humanidad no es cristiano ni budista, ni está enfocado en ninguna religión mundial u organización esotérica. Lo constituye un amplio y unido grupo de personas fusionadas con el alma, que irradian amor e intención espiritual, motivadas siempre por la buena voluntad.

Cada campo de percepción tiene sus límites, y el objetivo de todo trabajo de liberación es liberar la conciencia de ese espacio restringido y expandir su capacidad de contactos más amplios. Todo pasa porque no haya impedimentos para la afluyente energía del alma, ni obstáculo o congestión alguna que limite los cuerpos físico, emocional y mental. Es posible llegar a un entendimiento del alma mediante el uso correcto de la mente. Con la mente inferior concreta se pueden hallar las respuestas al mundo objetivo; a través de la mente abstracta se abre el camino hacia la intuición, hacia el reino de la realidad y la permanente respuesta. Si se desarrolla la habilidad de hablar el lenguaje del alma se pueden comprender los sonidos y las vibraciones de todos los seres, y descubrir que la naturaleza siempre lleva los colores del espíritu. Dios, la divinidad, o las cualidades espirituales más elevadas, no solo se encuentran escritas en grandes libros, se las puede encontrar también en los árboles, en los ríos, en las flores, en las aves, en las nubes y en las estrellas. Hay un pedacito de la gran alma en cada pequeño rincón del planeta que rezuma espíritu y divinidad, y a la vez se muestra con sana sencillez, con la plenitud de la belleza.

 

La maestría natural del corazón es la puerta de unión con la naturaleza. Amor es la fuerza coherente que renueva todas las cosas; es la principal fuerza liberadora de la vida. El mayor preventivo contra cualquier ofuscación o inflexibilidad en la percepción, es el Amor, un magnífico antídoto para evitar la rigidez, y la cristalización de emociones y pensamientos, sobre todo en su tendencia a la negatividad. Reflexionando en el silencio del corazón puede llegar la luz, y avivarse el fuego interno, y así barrer los hábitos nocivos emocionales y mentales por una afluyente oleada de amor.

El amor subyace en todo lo que ocurre en esta época, y cuando te sintonizas con la frecuencia del amor, descubres que todo lo que toca se convierte en belleza, y se libera el alma, eternamente joven y activa, y ya no hay luz ni obscuridad, sino únicamente existencia y amor. El secreto radica en amar en forma universal, y amar al prójimo de forma impersonal, porque es un alma como nosotros, de naturaleza esencialmente perfecta en permanente evolución hacia lo infinito. Intentar ser un punto de luz que ilumine la obscuridad de alguien. Hacer de la vida un jardín para otros en el plano físico.

Sobre todas las cosas, dar la máxima medida de amor a quienes buscan ayuda, pues el amor libera, sana, purifica, y deja que reine el silencio y la sabiduría, que es conocimiento obtenido por la experiencia y completado por el amor. Sigue la luz rosada, la pista protectora del amor, que revela la belleza, que nunca se ha ocultado. Ama y libérate del deseo y del temor, y deja que la belleza del mundo del alma se abra camino.

Percibir la belleza de los paisajes externos, otorga el don de la serenidad, de la calma meditativa que deja intuir la inmensidad de los paisajes internos, la belleza luminosa de colores imposibles de los paisajes del alma. Para vivir intensamente hay que estar conectados con la madre naturaleza. Mira a los árboles, los pájaros, el mar, las montañas, los cielos, las estrellas; todo irradia vida y alegría. La naturaleza es pura libertad que podemos sentir, ver, tocar, oler, y percibir su inmensidad con sentido espiritual. Actúa, vibra, siente, percibe, capta. “La respuesta está en el viento”. Escuchar el viento es escuchar el corazón, deja que roce tus mejillas y decide por propia experiencia. Así no habrá acierto o error, sólo vida disfrutada, de la que nadie se arrepiente.